Según
Gillet (2006), existen dos modelos básicos que caracterizan la animación
sociocultural y que la diferencian en base a funciones del/la animador/a y
entre los miembros del grupo. Aquí nos centraremos en explicar y encuadrar el
aspecto de la función del/la animador/a de agente y actor dentro de cada
paradigma y finalmente se reflexionará sobre el tema.
Primero nos
encontramos con el modelo “consumista”,
basado en el consumo y en un tipo de animación en la cual las personas están
consideradas como un producto el cual se puede consumir. En ésta el/la
animador/a realiza la función de AGENTE y dispone del monopolio de la situación
y de las normas (visión tecnocrática) mientras que los/las demás son los “animados”. Dicho modelo puede darse
debido a una pérdida de la identidad profesional por malas condiciones de
trabajo, proyecto mal planteado, etc.
Por otra
parte, expone la “animación abstracta”,
centrada en la relaciones sociales y el vínculo social que se crea dentro del
grupo y caracterizada por la creación y transferencia de valores simbólicos
positivos del interior al exterior y sobre cuestiones que se desean tratar o
resolver. En ésta el/la animador/a tiene el papel de ACTOR, él se adentra en el
grupo y toma decisiones teniendo en cuenta a todos/as los demás componentes del
grupo, haciendo suyo el objeto de intervención.
Nosotros,
desde el Trabajo Social defendemos como más adecuado el modelo de animación
abstracta, pues la profesión, la cual está muy ligada a la animación se basa en
la práctica y en la interacción de las personas. Por ello, el/la animador/a sociocultural
debe ser el actor y asumir, junto con el grupo, la responsabilidad colectiva de
la situación sin desvincularse de la situación. También creemos que quizá en
algunas ocasiones puntuales sería necesario usar el consumista o un modelo “mixto”
de los dos, pero todo esto sin
desvincularse de la identidad profesional de animador/a ni del proyecto
realizado.
BIBLIOGRAFÍA
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